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Por un cierto perìodo, entre el fin de los años Ochenta y los primeros del Noventa, habìa limitado
muchìsimo la actividad periodìstica y narrativa. Otros pensamientos, ocupaciones y preocupaciones
me habìan absorbido. Màs, después de haber perdido mi padre, comencé a sentir la falta de un
amigo, en quién confiar, porqué también éso fué mi padre para mì. Y fuì a comprar una nueva màchina de escribir, visto que la vieja, caìa ya a pedazos. Pero habìa ya experimentado la escritura en una computadora, la enorme ventaja que se tiene en todo: no pensar màs al punto y aparte, borrar con facilidad, cambiar palabras o pedazos enteros de de escritura, y asì por el estilo. Entonces empecé a interesarme en la posibilidad de comprar una computadora portàtil, y finalmente, después de tantas incertidumbres, me la regalé para Navidad. Escribiendo con esa caja casi màgica, me dì cuenta que la realidad virtual ya existìa. Palabras, imàgenes, nuevos mundos, podìan ser descubiertos o creados con el no fàcil instrumento. Mas bién, sin rodeos dediqué un cuento a la difìcil relaciòn entre el ser humano y la computadora, “Los autobùs de la nieve”. Desde aquél redescubrimiento de la escritura nacieron otros cuentos, largos, medios, breves y brevìsimos. Y formaron una colecciòn que fué presentada como un menù de un restaurante, que concluìa con el dulce, mejor aùn, con un buen helado clàsico, el màs clàsico de los helados, el helado de vainilla. Pero en tanto mi insaciable sed de saber me alejò de la narrativa. Querìa a toda costa comprender como funcionaba ésa caja negra que habìa traìdo a casa. Y la cosa que màs me atraìa era el software. Se tomamos una locomotora, un automòvil, una nave, un aviòn, todas éstas màchinas tienen un motor hecho de materia. Cierto, también la computadora tiene una parte material, el disco rìgido con el motorcito que lo hace girar, el procesor, la memoria, los cablecitos que conectan las varias partes de la ficha madre. Màs el verdadero motor de una computadora es algo no visible, no tangible, és el software. Y el que produce un software es el programador, que no usa martillos, pinzas, tenazas, o llaves inglesas. ¡Pero no! El programador escribe. |
Los lenguajes de programaciòn preveen el uso de palabras, casi siempre en inglés, que después se
convierten en movimientos, acciones, imàgenes y mucho màs. He empleado unos diez años para ser patròn, por lo que se puede decir, de los conceptos basilares de la informàtica, pero ahora implemento las pàginas de mi sitio utilizando directamente HTML, CSS, Java Script. Y la colecciòn de fragmentos del titulo “Helado de vainilla” representa para mì el ùltimo de un cierto género de narraciòn, y el primero de un nuevo modo de entender la narrativa, finalmente libre de la realidad o mejor dicho del realismo, para contar con fantasìa. Que después de todo, talvéz la fantasìa esconde y contiene casi màs realidad de un cuento realìstico. En “Helado de vainilla” he experimentado por primera vez, un poco timidamente, géneros literarios como el Noir, el Gòtico, talvéz incluso una pizca de Horror. Y es verdaderamente un ilimitado océano que se abre delante a mis no todavìa cansados ojos. Gelato alla Vaniglia – Il Ponte vecchio Editore |